4/11/14

Eight & Bob


Hace poco me acordé de una historia de las que merecen ser contadas.
La de un perfume poco conocido del público en general.
Un producto de alto lujo, no porque su precio sea inalcanzable sino por tener,
detrás de su nombre excéntrico y su embalaje singular, una historia muy interesante.
Y el conocimiento, sí, es un lujo.
Nos trasladamos a principios del siglo XX, con Albert Fouquet, 
hijo de un aristócrata parisino que creaba maravillosas y exquisitas esencias para su uso personal. 
Asiduo frecuentador de las más altas esferas del jet set francés, conocido por su elegancia y por los maravillosos aromas que desprendían su impecable presencia.
Como gran parte de la aristocracia francesa de la época, Fouquet pasaba los veranos en la Costa Azul. 
Es ahí, en 1937, cuando empieza nuestra historia. 

Ese verano el francés conoció a un joven estudiante americano, entonces con 20 años, 
que viajaba por la Riviera Francesa en un coche descapotable. 
Hechas las presentaciones, los dos se quedan impresionados. 
El americano por la elegancia y el singular perfume que desprendía el francés y este, 
por la simpatía y el impresionante carisma del joven americano. Su nombre: John F. Kennedy.
Tanto le impresionó al francés el carácter de Kennedy y que le llamara tanto la atención su perfume, que decidió enviar a su hotel un ejemplar con una nota que, supuestamente, decía: 
"Aquí encontrarás la dosis de glamour francés que le falta a tu simpatía americana."

Poco tiempo después, Fouquet recibía desde Estados Unidos una carta del joven Kennedy, 
agradeciéndole el detalle y contándole el gran éxito que había tenido el perfume entre sus amigos. 
En la carta, Kennedy también le pedía a Fouquet que le enviara 8 ejemplares del perfume y, 
si fuera posible, uno más para Bob. 
Seguramente impresionado con la seguridad y el desparpajo del americano, 
Fouquet decide enviarle una caja con muestras de la esencia. 
Con la ayuda de Philippe, su mayordomo y ayudante en sus experiencias con los aromas, 
consiguió en una farmacia parisina los frascos de cristal que consideró adecuados para su exquisita poción. 
Preparó la cantidad de perfume suficiente para rellenarlas y encargó unas cajas especiales, 
que reproducían las rayas de la camisa que llevaba Kennedy cuando se conocieron. 
Como toque final, preparó etiquetas con el simpático nombre "Eight and Bob", 
haciendo alusión a la irreverente petición del americano.
Algunos meses después, Fouquet se sorprende muchísimo cuando empieza a recibir, 
desde Norte América, cartas de conocidos actores, productores y directores de cine. 
El padre de Kennedy, uno de los afortunados a recibir un frasco de "Eight and Bob", 
era un gran inversor de la industria cinematográfica y su perfume no pasaba desapercibido 
en las reuniones y fiestas a las que acudía. 
Actores como Cary Grant o James Stewart escribían a Fouquet preguntando como podrían obtener, 
también ellos, su maravillosa creación. 
Con la prematura muerte de Fouquet en un accidente de coche y 
la posterior llegada de la II Gran Guerra Mundial, Philippe, el mayordomo, 
realizó los últimos envíos escondiendo los frascos dentro de libros, 
que cortó cuidadosamente a la mano para que encajasen perfectamente y 
pasasen desapercibidos a los alemanes.

Algunas décadas después, gracias a la familia del mayordomo, 
la formula de "Eight and Bob" ha sido recuperada y, a pesar de su artesanal proceso de elaboración e ingredientes caprichosos, el perfume pudo seguir su producción.
Quizás era la clave del éxito de JFK con las mujeres y fue su arma de seducción
para conquistar a Marilyn Monroe.
Quizás ella le respondió con algunas gotas de Chanel Nº5. Y nada más.
Pero esa, ya es otra historia…



Artículo publicado el 01/11/2014 en el periódico El Día.

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